Las habilidades de escribir, evaluadas mediante pruebas normalizadas administradas individualmente, se sitúan sustancialmente por debajo de lo esperado dados la edad cronológica del sujeto, su coeficiente de inteligencia evaluada y la escolaridad propia de su edad.
El trastorno interfiere significativamente el rendimiento académico o las actividades de la vida cotidiana que requiere la realización de textos escritos. Como por eje frases, párrafos etc.
Si hay un déficit sensorial, las dificultades en la capacidad para escribir exceden de las asociadas habitualmente a él.
Todos estos síntomas parecen en el primer curso de la enseñanza básica y se pone de manifiesto en el segundo curso.
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